sábado, 9 de abril de 2016

Descubren cómo el ejercicio protege contra el cáncer.

El ejercicio físico aumenta los niveles de adrenalina, una hormona que estimula la producción de ‘natural killer’, un tipo de linfocito del sistema inmune capaz de destruir células cancerígenas y reducir los tumores.

Evidencias científicas demuestran que la práctica regular de ejercicio físico disminuye el riesgo de desarrollar cáncer, y que los pacientes con esta enfermedad tienen menos probabilidades de sufrir una recidiva si realizan programas de actividad física como parte de su tratamiento, sin embargo, no se conocía con exactitud cómo influía la actividad física para que se produjeran estos beneficios antitumorales.

Por ello, un equipo de científicos dirigido por Pernille Hojman en el Hospital Universitario de Copenhague (Dinamarca), ha realizado un estudio cuyos resultados –publicados en Cell Metabolism– apuntan a la adrenalina o epinefrina, una hormona cuyos niveles en sangre aumentan durante la práctica de ejercicio físico, como responsable de esta acción anticáncer, ya que estimula la producción de natural killer (células asesinas naturales) un tipo de linfocito del sistema inmune con la capacidad de destruir células cancerígenas.

Para comprobar los beneficios del ejercicio físico, los investigadores utilizaron ratones de laboratorio, a los que dividieron en dos grupos, proporcionando solo a uno de los grupos unas ruedas con las que podían ejercitarse cuanto quisieran. Indujeron entonces a los animales tres tipos de cáncer (de hígado, de pulmón y melanoma) mediante la administración de la sustancia diethylnitrosamine (que causa cáncer de hígado), o células malignas, para comprobar el impacto de la actividad física en la evolución de los tumores.

El tamaño de los tumores de los ratones que desarrollaron melanoma y tuvieron acceso a la rueda era un 61% menor al cabo de seis semanas en comparación con los de aquellos que se mantuvieron sedentarios. Una reducción de tamaño similar (58%) se observó en los ratones que habían desarrollado tumores de pulmón y hacían ejercicio, mientras que solo el 31% del grupo al que se inyectó diethylnitrosamine y era activo desarrolló tumores, en comparación con el 75% de los que pertenecían al grupo que no disponía de rueda para ejercitarse.

Los científicos analizaron muestras de los tumores inducidos y descubrieron que los procedentes de ratones activos contenían más células inmunitarias que los de los sedentarios. En concreto, los primeros presentaban el doble de células T, que eliminan del organismo las células dañinas, defectuosas o infectadas con virus, y tenían además cinco veces más células asesinas naturales.

El equipo de Hojman repitió el experimento en ratones a los que se les habían suprimido las células T, y nuevamente los animales que se ejercitaban con la rueda presentaron los tumores más pequeños, lo que sugiere que son la células asesinas naturales y no las células T, las que provocan este efecto. Para corroborarlo, los investigadores eliminaron entonces las células asesinas del organismo de los ratones, dejando intacto el resto del sistema inmune, y observaron que los tumores alcanzaban el mismo tamaño tanto en los que tenían la rueda, como en los que no.

Con el objetivo de determinar el papel que desempeñaba la adrenalina o epinefrina (cuya producción se estimula al hacer ejercicio) en la protección frente al cáncer, se llevó a cabo otro experimento en el que inyectaron epinefrina o un placebo a ratones a los que se había inducido un cáncer, y la hormona permitió que el tamaño de los tumores de los animales inactivos que habían recibido epinefrina se redujese un 61%.

Los investigadores concluyeron que la molécula interleukina-6, que también aumenta durante el ejercicio, y ayuda a que las células inmunes se introduzcan en los tumores, estaba involucrada en los resultados obtenidos, por lo que probaron a inyectar a los ratones sedentarios epinefrina e interleukina-6, comprobando que el sistema inmune de los animales atacaba los tumores de forma tan eficaz como en el caso de los ratones que se ejercitaban regularmente con las ruedas.

Estos hallazgos sugieren que la epinefrina y la interleukina-6 podrían emplearse como fármacos antitumorales y aunque, como ha matizado Hojman, esto no significa que puedan sustituir a la saludable práctica de ejercicio, sí podrían beneficiar a pacientes demasiado ancianos o enfermos para realizar actividad física.