La verdadera píldora para todo es el ejercicio.
Imagen: sportis.es
La epidemia de
sedentarismo se extiende tan rápido como lo hace la incidencia de enfermedades
cardiovasculares.
Los humanos
somos un tipo de primates, o de monos, para entendernos, especialmente
adaptados a la locomoción bípeda. Y poco han cambiado nuestros genes en los
últimos 40.000 años, desde la era paleolítica. Por aquel entonces el ejercicio
físico, sobre todo la caza, era necesario casi a diario para comer. Y por
tanto, para sobrevivir. Si quisiésemos seguir un estilo de vida paleolítico en
pleno siglo XXI, es decir, acorde con nuestra biología, deberíamos caminar tres
o cuatro horas al día.
Un tercio de los
adultos del planeta son inactivos. Ni siquiera caminan media hora al día. Y no
digamos los niños en Occidente, que cada vez juegan menos al aire libre.
Precisamente esta epidemia de sedentarismo se extiende tan rápido como lo hace
la incidencia de enfermedades cardiovasculares. Y eso que, paradójicamente, la
ciencia médica no deja de progresar. Entre los esperanzadores avances
farmacológicos de nuestro siglo, que, por supuesto bienvenidos sean, está la
llamada polipíldora. Es decir, la combinación de algunos fármacos (aspirina,
hipotensores o drogas para bajar el colesterol) en una sola pastilla para
prevenir infartos. Por ejemplo, en varones adultos aparentemente sanos.
Lo que muchos
desconocen es que el ejercicio regular
también tiene un efecto polipíldora, y sin apenas efectos secundarios a
poco que se haga con sentido común. Por ello, los médicos no solo deberían
aconsejar a sus pacientes que hagan ejercicio: deberían prescribirlo. Además,
es el único fármaco con un efecto dosis-respuesta: en general, cuanto más cantidad de ejercicio se acumule a lo largo del
día, mejor. Una aspirina infantil diaria tiene efectos beneficiosos sobre
las arterias de un adulto, pero una mega-dosis de aspirina podría ser letal. En
cambio, es más saludable caminar 3 horas que 30 minutos al día, aunque sea en
varias tandas de tan solo 10-20 minutos. Haciendo
ejercicio a diario se consigue reducir el riesgo de padecer enfermedades
cardiovasculares, hipertensión, ictus cerebral, diabetes, cáncer de colon o
mama, depresión, o de que las personas mayores sufran las temidas caídas.
Cuando se contraen, los músculos
esqueléticos liberan cientos de sustancias a la sangre, denominadas mioquinas,
que viajan por la sangre hasta llegar a otros tejidos (intestino, corazón,
grasa o cerebro, entre otros) donde tienen efectos beneficiosos o reparadores:
es decir, que son fármacos en potencia. Por ejemplo, el músculo libera una
sustancia llamada SPARC que podría reducir el crecimiento de tumores en el
colon. O interleuquina-6, una molécula con efectos más bien perniciosos cuando
se libera desde otras células pero que curiosamente tiene efectos
antiinflamatorios y beneficiosos para el sistema inmune o la regulación de los
niveles de azúcar cuando sale de nuestros músculos. Algunas mioquinas son incluso
capaces de entrar en el cerebro y llegar a sus regiones más deterioradas por la
enfermedad de Alzheimer. Así, no solo la actividad mental regular y exigente
(como el ejemplo que se cita con frecuencia, aprender un nuevo idioma a edades
avanzadas o realizar ejercicios de memoria) aumenta la plasticidad cerebral y
permite atenuar el deterioro cognitivo asociado a la senectud. También la actividad física per se, sin
necesidad de estar asociada a procesos cognitivos complejos (simplemente
caminar, levantar pesas o nadar) contribuye a regenerar el cerebro.
El ejercicio también estimula la liberación
de células madre a la sangre, muchas de las cuales tienen un potencial efecto
regenerativo en algunos tejidos, como el corazón dañado por un infarto. Y
ni siquiera es cierto que si nos pasamos con el ejercicio nos oxidamos más y
vivimos menos por los efectos de los temidos radicales libres. Muy al
contrario, los deportistas de élite son
más longevos que la población general, y su cuerpo está adaptado para
defenderse mejor de los radicales libres.
Alejandro
Lucía es investigador de la Universidad Europea.
Fuente: elpais.com
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